Te lo voy a decir claramente: en un mundo donde la mitad más uno está medicado contra el sentir, atreverte a sentir todas tus emociones sin distraerte es un acto revolucionario. ¿Es cómodo? No. ¿Es doloroso? Sí. ¿Es para todos? Es para los valientes que quieren andar por la vida más libres y livianos por dentro, más auténticos y curiosos.

Yo, casi toda mi vida, tuve dos reacciones ante la aparición de mis emociones disruptivas: dejarme arrastar por ellas (ser sirvienta de mis emociones vs. dejar que ellas me sirvieran a mi) o distraerme y rechazarlas. ¿Triste? ¡Voy a comprarme algo para levantar el ánimo! ¿Enojada? ¡Voy a pegarle cuatro gritos a quien me hizo enojar! ¿Envidia? Ay, pero qué sentimiento más vergonzoso, mejor lo encierro en una caja fuerte bajo siete llaves y no lo veo más. ¿Ansiosa? ¡Maratón de Netflix! (A propósito, te recomiendo el libro La sabiduría de las emociones de Norberto Levy, una obra maestra que te ayudará a comprender mejor tus emociones y desdramatizarlas).

Lo cierto es que es imposible cerrarse solo para sentir las emociones disruptivas. Si cerramos el corazón, lo cerramos a todas las emociones. Es imposible sentir plenamente la alegría, el gozo, el amor, pero no sentir las emociones “feas.” Al final, la decisión es tuya: sentirlo todo o vivir a medias.

Yo parí dos hijos sin anestesia ni medicación alguna. ¿Por qué lo hice? ¡Porque estaba loca! Bueno, en parte sí (lo bueno es que sigo loca, en eso si he sido constante). Creo que un aspecto mío tuvo la intuición de que el parto no era solo un vehículo para dar a luz a una vida humana, sino una experiencia en sí misma: un viaje, una revolución, un tremendo aprendizaje. Y yo quería vivirlo todo: el miedo, el dolor, la esperanza, la dicha, el éxtasis. Quería estar bien despierta para vivirlo todo.

Luego, cuando comencé a despertar espiritualmente, mi primer coach me dijo: “La próxima vez que estés triste, no te distraigas, siéntate con tu emoción.” Una tarde, estando sola en casa, surgió el primer pellizco de esa tristeza que venía cargando desde hacía décadas y que me oprimía el pecho casi todas las mananas al despertar.

Mi primera reacción fue salir de casa y distraerme, como siempre lo hacía. Decidí ir de paseo. Vivíamos en México, el mejor lugar del mundo para distraerse porque pasa siempre de todo. Pero ese día decidí algo diferente. Me detuve en seco y pensé: “No, hoy me quedo. Hoy voy a ver qué pasa.”

Y ahí, literalmente, me senté con mi tristeza sin hacer nada más. Solitas nosotras dos, conociéndonos, haciéndonos amigas. Ninguna intentó empujar a la otra. Fue un viaje, un parto. El dolor quemaba. Como en el trabajo de parto, a cada contracción incómoda y hasta dolorosa, le siguió un descanso. En un momento, la tristeza desapareció por completo. Y ahí sí me fui a pasear. Algo se había liberado, había sido dado a luz, y yo me sentía más liviana.

En la sesión siguiente, con miedo y lágrimas, le confesé a mi coach: “No creo que pueda soportar este dolor otra vez… ¡Es demasiado!”

“No, Laura, cada vez vas a volver del viaje con tu corazón más fuerte y más blandito.”

Más de diez años después, puedo decir que tenía razón. Muchas veces les ponemos tanta interpretación y “cabeza” a las emociones que no nos permitimos sentirlas a pleno. Las juzgamos, las negamos, les agregamos sufrimiento, nos contamos historias, las ponemos en el freezer y nos vamos de paseo para distraernos. Las emociones son energía; solo necesitan que las sientas y las dejes fluir.

Experimento:

La próxima vez que sientas una emoción fuerte, abórdala con curiosidad.

  • Concéntrate en tu respiración y en tu cuerpo. Siente como esa energía (e-motion: energy in motion, energía en movimiento) se mueve a través tuyo.
  • Lleva tu atención al corazón. «Recordar» viene del latín «recordari», re (de nuevo) y cordis (corazón), lo que significa que recordar es «volver a pasar por el corazón». Interesante la idea de que la memoria está en el corazón…
  • No te preguntes por qué ni de dónde viene; esas respuestas llegarán después, de forma natural.
  • No te cuentes historias de la emoción. Lo que sientes es real, pero lo que te cuentas sobre esa emoción no siempre es real (¡no creas todo lo que piensas!). No te identifiques con lo que sientes.
  • Acompaña a tu emoción. Imagina que le das la mano y caminan juntas por el camino que te propone. Presta atención a lo que aparece en ese camino (palabras claves, sonidos, imágenes).
  • Acepta el dolor como parte del proceso. Es como las contracciones: el dolor llega, es fuerte, se queda un rato, NO te mata, y luego se va.
  • Repite el proceso si es necesario. A veces, sentir la emoción una sola vez no es suficiente; es necesario experimentarla varias veces para liberarla por completo.
  • Celebra lo que surge. Cada vez que la emoción se siente e integra a tu ser, das a luz a una mayor libertad, una vida más sana, plena y gozosa. Vives relaciones más profundas y genuinas, recibes más impulsos creativos y de pronto te encuentras existiendo con una confianza que nunca habías creído posible.

Muchas mujeres hoy en día acuden a una doula para que las acompañe emocionalmente durante sus partos. A diferencia de una partera o de un obstetra, la doula focaliza su atención en el apoyo emocional de la mujer pariendo. Sé, entonces, doula de tus emociones disruptivas o, si la intensidad te sobrepasa, busca a alguien que pueda estar a tu lado mientras transitan estos senderos oscuros. Puede ser un terapeuta, un coach, un amigo.

Resignifica el dolor

Cada vez que eliges sentir, creas un espacio de libertad y amor dentro de ti. Esa dicha y libertad nacen desde adentro hacia afuera, logrando que tu mundo interior esté en paz. Esa paz influye directamente en la experiencia que creas en el mundo exterior, y no al revés.

El corazón y su capacidad de sentir son tu varita mágica, la alquimia que transforma el dolor más oscuro en oro puro. No subestimes su poder. Aborda tus emociones con curiosidad, con la presencia de quien observa un milagro, con el coraje de quien se sumerge en aguas profundas sin saber cuánto tardará en salir a la superficie, y con el amor de quien se reconoce a sí mismo en su totalidad, sin juicios ni condiciones.

Cultiva estas cualidades como quien riega un jardín, porque en ellas está la llave para tu libertad. No escondas tus emociones, no huyas de ti misma, no les des la espalda al regalo que cada una trae consigo.

Tómate un momento ahora y pregúntate: ¿Cómo estoy manejando mis emociones hoy? ¿Qué pasaría si, en lugar de evitarlas, las abrazara con todo mi ser?

Atrévete a sentir. Ahí, en las emociones que tanto temes, está el mapa hacia tu libertad. Para cerrar, te dejo Adiós, una canción sublime de Gustavo Cerati, que aunque habla específicamente del duelo luego de una relación ero-romántica, se puede aplicar a cualquier proceso:

«Pones canciones tristes para sentirte mejor

Tu esencia es más visible

Del mismo dolor

Vendrá un nuevo amanecer, uh-uh-uh-uh-uh 🎶💃🏻»