Una de las frases que me ha guiado a lo largo de la vida es de Winston Churchill:

«Nunca desperdicies una buena crisis»

¿Qué es una crisis vital?

Una crisis vital es, para mí, un punto de quiebre, un momento que marca un antes y un después, una oportunidad de cambio para bien y, sobre todo, una plataforma de lanzamiento para hacer realidad la vida que deseamos: una vida más libre, más plena y mucho más auténtica.

Una crisis puede ser un divorcio (¡yo!), una pérdida, un cambio de estilo de vida (yo, que he dejado mi país natal), la maternidad (sí, los acontecimientos felices también pueden significar crisis vitales y a mí me sucedió), la partida de los hijos adultos del hogar materno, o simplemente una vocecita interna que nos susurra (o nos grita, entusiasmada): ¡Es necesario un cambio!

¿Qué pasaría si, ante cada desafío con el que nos encontramos,
nos preguntáramos «¿Para qué?» en lugar de «¿Por qué?«
¿Cambiaría nuestra interpretación del desafío?

La primera pregunta nos coloca inmediatamente en el lugar del estudiante juguetón y curioso que tiene un profundo deseo de aprender.

Es el camino del autoconocimiento que, más temprano que tarde, nos llevará a encontrarle un sentido al desafío, y a resignficar y liberar el dolor que nos produjo.

¿En qué camino crees que te coloca el preguntarte solo «¿Por qué?».

Te aseguro que, sea lo que sea que te esté pasando, tienes los recursos internos para atravesarlo, para aprender de ello, resignificar la experiencia, y dejarlo atrás. You can do it, baby!

Las crisis nos regalan la oportunidad de conocernos más, de descubrir e integrar aspectos nuestros que habíamos olvidado. Nos regalan la oportunidad de sanar y, sobre todo, de transformarnos profundamente.

Yo quiero que sanes porque quiero sanar: sana una y sanamos todas.

Jim Tolles, mi primer coach, me dijo durante nuestra primera sesión:
«Después de cada proceso de sanación bien vivido, tu corazón va a emerger más fuerte, más expandido, y también mucho más blando y más dulce».

Si bien es posible que, hasta ahora, el sufrimiento haya sido tu maestro principal, esto no tiene que seguir siendo así.
Es posible (¡totalmente posible!) vivir tus procesos con curiosidad, con espíritu de juego, con gozo, dulzura y en buena compañía. Es posible resignificar el dolor y el sufrimiento.

La vida es movimiento y, cuando nos empacamos en quedarnos quietos aún cuando ya llegó a hora de seguir pa’lante, ella nos mueve sin pedirnos permiso.

La clave es cómo navegamos los cambios inevitables.

Me encantaría acompañarte para que descubras los «¿Para qué?» de tu crisi vital y resignifiques el dolor.

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